
El estoicismo ha llegado a ser, para la conciencia popular, sinónimo de resiliencia y ecuanimidad. Más allá de que la filosofía estoica es mucho más rica y compleja que esto, nos encontramos en momentos donde dicha filosofía resulta sumamente indicada justo porque brinda herramientas filosóficas para enfrentar la adversidad sin derrumbarse, permitiendo incluso transformar el conflicto y la contrariedad en sabiduría y crecimiento.
La filosofía estoica es famosa, entre otras cosas, por tener entre sus más importantes exponentes a dos personas radicalmente diferentes, unidas por una misma visión: el esclavo Epicteto y el emperador Marco Aurelio. Este último, en sus Meditaciones, legó un importante tesoro de observaciones sobre los acontecimientos de la vida. Marco Aurelio vivió estoicamente en medio de guerras, poder, pestes, desgracias y demás. El filósofo emperador escribió de manera altamente relevante:
Una enfermedad como la peste sólo puede amenazar tu vida, pero el mal, el egoísmo, el orgullo, la hipocresía y el miedo, estas cosas atacan tu propia humanidad.
Sé fuerte como las rocas que las olas del mar no dejan de golpear: se mantienen firmes mientras que a sus pies la espuma se agita y desaparece. «¡Ah! Soy desdichado –dices– porque me ha ocurrido tal percance». Te equivocas. Por el contrario, tendrías que decir: «Estoy feliz porque, a pesar de esto que me ocurrió, estoy al abrigo del dolor y no me siento herido por el presente ni ansioso por el porvenir». Lo mismo podría sucederle a cualquier otra persona pero no cualquiera lo recibirá con la misma impasibilidad que tú. ¿Por qué, entonces, tiene que ser este accidente una desgracia y no un acontecimiento feliz? ¿De verdad puedes llamar desgracia a algo que en nada disminuye la naturaleza del ser humano? ¿O crees tú que haya una verdadera degradación de la naturaleza humana ahí donde no hay nada que sea contrario al destino de esta? ¡Y bien! ¡Tú conoces ese destino! Lo que acaba de suceder, ¿te impide ser justo, magnánimo, sobrio, razonable, sereno en tus juicios, modesto, libre y tener, en fin, todas aquellas virtudes que permiten a la naturaleza del ser humano conseguir sus propósitos?
Marco Aurelio parece decirnos aquí que hay algo que ninguna adversidad –guerra, peste, pérdida– puede quitarnos: la conciencia o la facultad mental de transformar la experiencia, de resignificarla y de actuar de tal forma que podamos contribuir al espíritu humano. Todo lo demás lo podemos perder, pero la posibilidad de usar nuestra mente para darle sentido a la vida y encontrar la paz es inalienable.
Esta conciencia del cambio es esencial para poder vivir en paz con la realidad.
Fuente: pijamasurf.com
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